sábado, 11 de octubre de 2008

En las tinieblas

4 años después

Amo los días de lluvia. Tal vez fue por esa razón que no fue difícil tomar la decisión de irme a vivir a Londres… aunque debo admitir que mis hermanas fueron parte fundamental también. Tenía un puesto “privilegiado” siendo la menor de de 4 hermanas, joven, rebelde y había adquirido los dones natos de mi madre para las artes. Con estas cualidades era de esperar que gozara de ciertos privilegios, desgraciadamente parecía que mis hermanas no lo sabían. Me trataban mas como una sirvienta que como parte de la familia y el concepto de amor fraternal, era algo completamente desconocido. Lo decidí antes de la graduación –fecha que les paso desapercibida- que no me quedaría más con ellas, sentía que ese no era mi lugar, que debería haber otro lugar para mí. Donde yo perteneciera…

-Atención pasajeros, aterrizaremos en el aeropuerto internacional de Londres en solo uso momentos. Sujeten sus cinturones y…-

El aterrizaje fue suave y sin problemas pese a que la pista estaba totalmente empapada por la lluvia, pero claro eso debe ser algo normal donde el estado natural es lloviendo.
Me alegre tanto de haber enviado mi equipaje antes del viaje, solo tendría que preocuparme por mi pequeño bolso de mano y por conseguir un taxi. Pero, para mi total sorpresa, antes de poder llegar a la salida de la sala de acenso y descenso de pasajeros me encontré con los ojos grises que me buscaban entre la multitud.

Me miraban como si estuvieran viendo un fantasma, decidiendo si debía acercarse o no. Un amargo sabor subió desde mi estomago por mi garganta, , pensé que podría atrasar el momento de los reencuentros unos días y sin embargo estaba allí, de pie en su traje formal, tal y como lo recordaba.

-Misty, por aquí- me grito levantando la mano por si todavía no lo hubiera visto.

-Hola papa-

-Hola cariño- no espero para abrazare, muchísimo más relajado que cuando hablamos por teléfono, avisándole que iria a vivir con el.

-papa, ¿Qué haces aquí? Creí que estarías en España con uno de tus clientes-

-En Portugal, cariño- rio entre dientes mientras me soltaba del abrazo- ¿Crees que te dejaría abandonada en el aeropuerto bajo la lluvia?-

- no me abandonaste papa, y en Celeste también llueve ¿Crees que no se usar un paraguas?-
Tomamos la carretera evitando el tráfico del centro de la ciudad, “La ruta panorámica”. Todo estaba lleno de vegetación y una suave capa de neblina, que hacia resaltar las luces de visando los autos que manejaban en sentido contrario a nosotros cruzando el puente de Londres.

-Papa ¿Vives muy lejos?-

-No vivimos tan lejos-me dijo haciendo énfasis en las primeras palabras de la frase- a 15 km de la costa, llegaremos en unos 20 minutos.

Papa era un exitoso corredor de la bolsa lo que nos daba un estatus económico bastante acomodado y pese a que generalmente trabajaba en la ciudad, prefería los suburbios tranquilos de Docklands, en la isla de Cani. Para mi suerte allí también estaba la universidad Cani.
De repente fui consciente de las señales de urbanidad que nos rodeaba, arboles y autos pero principalmente casas con jardines tan densos que parecían junglas. De todos los estilos y colores posibles: departamentos modernistas, casas barrocas y por supuesto una blanca tan enorme que parecía una mansión, rodeada por altos muros de vegetación, me recordó a los castillo de los cuentos de hadas.

No tardamos en llegar a casa, una edificación de dos pisos, un jardín pequeño y un garaje. Era la primera vez que la veía y me pareció inadecuada para una familia de 4 o 5 pero era mucho más amplia por dentro, con un moderno recibidor-sala junto a las escaleras, un estudio y la enorme cocina con salida al estacionamiento.

Las maletas de mi padre reclinadas al lado de la puerta me hiso entender que no había retrasado su partida más de lo necesario para llevarme hasta la casa. No estaba muy seguro de dejarme sola, pero lo empuje de regreso al auto después de acomodar el equipaje en el maletero. Dijo algo acerca de contratar un ama de llaves y cuanto me amaba antes de volver a la carretera y perderse en la neblina

Contemple el interior de la casa en la oscuridad. No se veía tan aterradora como se suponía que debería verse, era apacible y muy tranquila, dos cosas que jamás tuve con mis hermanas. Tal vez había tomado la decisión correcta en venir hasta aquí. Recorrí cada una de las habitaciones antes de subir a mi propia alcoba. Descubrí que sin excepción alguna había una fotografía de mama en cada habitación. Papa aun no lo había superado, nadie lo ha hecho pensé sintiendo como las lagrimas me quemaban los ojos .
Estaba demasiado melancólica por el viaje y muy agotada. Lo único que quería era ir a la cama. Subí las escaleras con calma y escogí la puerta de la izquierda, plenamente segura que era mi cuarto. Estaba en blanco y casi vacío, no había más que una cama, un escritorio y el armario. Imagine que papa prefería esperar a que yo la decorara a mi gusto, borre la idea de tener que ir de compras mientras me derrumbaba en la cama sin ponerme la pijama, jale la orilla de la colcha para cubrirme y pronto caí en un profundo sueño.

Cuando desperté todo se encontraba en silencio, no había nadie en la casa. Una sonrisa se dibujo en mis labios, no lo podía creer. Podía despertar en mi habitación sin tener que escuchar los gritos de mis hermanas o sus insaciables atracos a mi armario, no estaban allí discutiendo por alguna tontería ni exigiéndome su desayuno, estaban a miles de kilómetros lejos de mí.
Comencé a disfrutar de mi libertad, no tendría que preocuparme de nadie más, ni compartir nada con ellas, en esos momentos solo tendría que ocuparme de mí, era un alivio. Disfrute de una muy larga ducha caliente y después de vestirme -lo primero que tome de mi equipaje sin desempacar- baje a prepararme el desayuno, unas tostadas francesas junto a un jugo de naranja y pan tostado. Mire la hora en el reloj de la pared, aun era temprano y si me apresuraba podría llegar a la universidad a tiempo.

Tome mi abrigo y una de las tostadas mientras me dirigía a la puerta del garaje. Tuve que rodear el auto que mi padre había comprado para mi, (un compacto deportivo muy femenino) pero ya le había advertido que no planeaba usarlo. A Papa nunca le agrado mi manera de transportarme, le parecía impropio de una chica pero era de suponer que tarde o temprano cambiaria mi bici por una Motocicleta mucho más poderosa, era un cambio predecible.

Tome el casco y me lo ajuste antes de salir al pavimento, sosteniendo el último bocado de la tostada en mi boca. En la calle, monte mi Ducatti roja magenta y me apresure por la vereda al oeste de mi nuevo hogar. Mi padre había dicho que la playa estaba a 15 km de aquí, así que si me apresuraba podría estar allí en 20 minutos y después volver a la universidad a tiempo de la primera hora. No me tope con ningún auto en el camino, únicamente con los letreros que me indicaban por donde seguir. En menos de 10 minutos ya podía sentir el olor salado del mar y el color blanco de la arena. Deje mi moto cerca de la playa y corrí lo más cerca que pude del oleaje que rompía sobre la costa. Era hermoso y diferente… nunca había visto un lugar igual, el sol no brillaba y podría sentir la brisa fría que tocaba mi rostro, probablemente la temperatura habría bajado unos cuantos grados que en la carretera pero no era incomodo, era renovador. Distaba mucho de las típicas playas tropicales pero era hermosa, un escenario gótico, casi romántico. Un escalofrió recorrió mi espalda y un suave aroma me rodeo por completo, intente descifrar la fragancia pero era imposible, no había ninguna vegetación cerca mucho menos flores, pero era deliciosa y embriagadora. Era tan intimo e incitante, que me hizo sentir posesiva de él, era mío, solo mío, al igual que el etéreo paisaje que contemplaba. Retuve un momento la idea de faltar a clases y disfrutar la tarde en playa, mi playa, pero sacudí mi cabeza alejando esa opción. Había sido difícil conseguir que la facultad me aceptara tan adelantado el semestre y no quería decepcionar a Marina que seguramente estaría esperándome, tenía que ir.

Un nuevo escalofrió me hizo temblar haciéndome consciente de lo frio que se estaba tornando el clima, estaba tan absorta que no note que había empezado a llover suavemente y que las gotas descendían por mi cabello empapado y obscuro. Me alegre mucho de haber tomado el abrigo impermeable, debía acostumbrarme a ese húmedo clima.

Llegue con tiempo de sobra a la facultad, dándome el lujo de buscar un lugar cercano para estacionar mi motocicleta. Todo era tan diferente a celeste, lo edificios de la universidad eran mucho más altos y grandes, fácilmente podrían tragarse a mi antigua escuela. Temí que mi falto sentido de orientación me haría perderme antes de llegar a mi primera clase pero intente no pensar en ello. Todos los chicos parecían distantes internados en su propio mundo, como si no existieran nadie más. Elegantes y a pasos seguros bajaban de sus automóviles último modelo, demasiado exclusivos para que pudiera identificarlos. Me alegre que nadie pareciera verme, prefería pasar desapercibida. Camine lentamente hasta le entrada del edificio principal, sería más fácil ubicarme desde ese punto y si tenía problemas sabía que podría preguntar en cualquiera de las oficinas.

Era demasiado grande, casi abrumador, demasiado para mi, mantenía mi mente tan alerta a cualquier sonido que ni siquiera note cuando me detuve al pie de las escaleras. No podía seguir, la indecisión se había tornado en confusión, una ráfaga de temor me había atrapado. Me sentía acorralada, como si alguien estuviera persiguiéndome y me hubiera atrapado dentro de un callejón sin salida. Mire a mi alrededor, nadie me miraba, ni siquiera me notaban, demasiado ocupados en sus pensamientos, pero eso no me tranquilizo. Mi temor iba creciendo, al punto de convertirse en pánico. Mis manos temblaban y mi pulso se acelero drásticamente junto con mi respiración, todos mi sentidos me gritaban que huyera pero forcé a mi cabeza para evitar salir corriendo. Era completamente ridículo, nadie ni nada representaba un peligro real, no tenia por que sentirme así. El coraje no era una de mis mayores cualidades pero no me consideraba una cobarde y que una nueva escuela me causara un terror como ese era una completa estupidez, lo repetí en mi cabeza tratando de conversarme de ello. No funciono. Desee estar en mi playa, escuchando el oleaje sobre la arena y sentir el refrescante olor salino en el aire. Me aferre a la falsa seguridad que me daba ese recuerdo para evitar salir gritando. Escuche el chirrido de las puertas de cristal abriéndose al tope de las escaleras y como pocos segundos unos brazo se cerraban a mi alrededor atrapándome. Sentí subir el terror por todas mis venas y como mi instinto de supervivencia se activaba gritándome que me liberara y corriera. No hubo manera que controlara el estremecimiento que me hizo temblar de pies a cabeza.

-Rayos Misty ¿etas bien? Estas muy pálida-

Conocía esa voz, por todo lo que más amaba !!Realmente conocía es voz!!. Levante mi cabeza a encontrándome con una de mis mejores amigas. Me miraba algo asustada, no podía imaginar lo extrañamente desencajada que se vería mi cara. Debió pensar que estaba enferma, pues puso una de sus manos sobre mi frente. No pude evitarlo, fue una reacción instintiva, estaba tan feliz de verla y sentirme segura que brinque a abrazarla.

-Me da tanto gusto verte Marina-

-A mi también Misty- estaba algo confusa con mi reacción pero estaba segura que sentía lo mismo.

Me tomo del brazo y me llevo dentro del edificio, toda sensación de miedo se había desvanecido como por arte de magia. Sabía que todo estaba bien. Me dirigió hasta uno de los casilleros agrupados en conjuntos de 10, apilados 5 encimadas de otros. Los pasillos eran más que cómodos, eran elegantes y muy confortables. Las luces en el techo iluminaban mas que en el exterior y la temperatura era mucho más cálida. Desabroche mi abrigo y me lo colgué en el brazo mientras que Marina continuaba buscando algo en uno de los casilleros inferiores. La conocía desde casi 3 anos, en las últimas vacaciones que pase con mi padre lejos de Londres. Su padre era uno de los inversionistas del mío, llevaba tan bien sus cuentas en la bolsa de valores europeas que lo consideraba uno de sus mejores amigos. Nos invitaron a pasar una semana en su hacienda en Francia. Al minuto que nos vimos supimos que seriamos más que buenas amigas, la consideraba como una hermana – no como las mías- confiable, amigable y leal. Yo era la compañía que jamás tuvo al ser hija única, esa fue una de las mejores semanas de nuestras vidas. Cuando le pedí a mi padre que me permitiera ir a vivir con él, ella se encargo de todos los preparativos para mi inscripción en una de las mejores facultades de cultura y arte del mundo. No había cosa que ella no pudiera conseguir. Estar con ella me hacía sentir protegida.

-Toma- me dijo entregándome una tonelada de libros y mi horario- están marcadas las lecciones que ya vimos y debes estudiar. Organice todo para que tuviéramos la mayoría de clases juntas, pero tendrás que sobrevivir la primera hora sin mi.-

-Tratare de mantenerme viva-

Los pasillos comenzaron a aglomerarse de una manera increíble, cientos y cientos de personas pasaban a nuestro alrededor ignorándonos completamente. Me sentí avergonzada por la poca atención que le dedique a mi arreglo esa mañana, desentonaba atrozmente en comparación de los elegantes conjuntos que usaba la mayoría de mis compañeros. Mire mi suéter color hueso con cuello v y mis jeans desgastados, eran cómodos pero totalmente inapropiados. Una capa de frio me envolvió haciéndome tiritar levemente pero me negué a permitirme ser presa del miedo otra vez, nadie había sido grosero o agresivo conmigo no tenía por qué temer. Levante la mirada del suelo, tratando de enfocarme en los ríos de gente que circulaban frente a mí para relajarme.

Fue cuando lo vi por primera vez. Camino lentamente hasta uno de los casilleros frente a los nuestros tan indiferente como el reto de los alumnos de la universidad. Era alto, muy alto y de un tono muscular que podía apreciarse perfectamente atreves de la camisa negra que usaba. Pese a eso su apariencia era delgada, casi delicada sin restarle importancia a su virilidad nata. Su pelo corto era rebelde y de un negro intenso. Demasiado apuesto, cada rasgo de su cara lo hacía parecer una de esas esculturas griegas, desde su fuerte barbilla hasta la fina curvatura de sus cejas. Su piel tenía un suave bronceado muy diferente al color pálido de los que habían pasado toda su vida en Londres como la de Marina o incluso la mía que parecía nunca haber visto el sol. Difícilmente parecía un universitario, tendría cuando menos 25 años, probablemente este sería su último año.

-¿Quién es él?- pregunte a Marina sin importarme que la ignoraba a propósito

-¿Quién?-siguió mi mirada hasta la devastadora tormenta de atractivo que guardaba sus libros- ¿Ash? Entro a la facultad hace 2 semestres. Es lindo ¿no?
Lindo era poco. Era una completa Deidad, imposible que fuera humano.

-Sin palabras ¿eh? Bueno no le pongas los ojos en sima. Solo tiene ojos para una chica.-Su vos cargaba con un hilo de despecho. Obviamente ella ya lo había intentado sin mucho éxito. Me sorprendió que existiera algo que Marina no hubiera conseguido

-¿su novia?-

-Nop, su hermana- me contesto un poco más alegre, al parecer, de que no hubiera sido otra chica quien le hubiera ganado.

Continúe observándolo como si viera el más hermoso amanecer sobre el oleaje de mi playa. Era imposible dejar de contemplar tan bella creación de la naturaleza, en una palabra él era perfecto.
Pero de pronto algo no estaba bien, mire su robusta espalda y los músculos de su cuello tensarse dando la apariencia de piedra real. La mano que sostenía antes el libro se cerró en un movimiento violento, apretada tan fuerte que me pregunte si no sería doloroso. No tuve tiempo en buscar alguna respuesta pues en menos de un segundo estaba de frente a mí viéndome fijamente. Su mirada surcaba el ancho del pasillo atravesando de un lado al otro. Sus ojos almendra desbordaban odio y furia sobre los míos. No podía estarme viendo a mí con tanto odio, era la primera vez que lo había visto ¿Cómo podía tener algo contra mí?.

Eso no me importaba, podía sentir el miedo formándose en la boca de mi estomago, tenía que salir de allí, alejarme del camino de esos ojos. Gire en mis tobillos tratando de caminar a donde fuera, cualquier otro lugar sería mejor pero antes de poder siquiera dar dos pasos choque con algo que me derribo. El golpe fue tan fuerte que termine en el suelo junto con mis libros que volaron en todas direcciones llamando la atención de todo el mundo.

-Que rayos te pasa, es que no te fijas por dónde vas- la vos sonaba colérica mucho antes de que yo hubiera abierto mis ojos. Me tope primero con unas botas bajas de tobillo que se alzaban en un par de piernas perfectamente contorneadas hasta una mini falda, una blusa corta rosa y finalmente un perfecto cabello castaño.- Aparte de torpe eres sorda-

La chica con la que me tope en mi infructuosa huida tenía toda la finta de una súper modelo, alta delgada y con grandes humos. Me pregunte por un momento desde mi posición al nivel del suelo si ese le parecía una vestimenta adecuada para un clima tan lluvioso como el de la ciudad.

-Déjala en paz May, fue solo un accidente- Marina tratando de defenderme. En vista que yo no trataría de hacerlo.

-Eres nueva ¿no?, creo que te equivocaste, en el jardín de infantes es donde enseñan a caminar-me dijo mordazmente

-Esa fue buena May- apenas había notado las otras dos chicas que seguían a la súper modelo, una de cabellera larga café oscuro, casi negra y otra de cabello rojo escandaloso, vestidas exactamente igual que la tal May.

-Eres tú la que deberías ir- dije al sentir como salía mi carácter- y regresarle su ropa a la niña a la que se la robaste, no te queda-

No fue la idea más brillante pero ya lo había hecho, aun no entraba a la primera clase ya me había ganado a una enemiga – sin contar al chico que me odiaba sin razón- y a su sequito.

-Mira Mocosa-sus ojos parecían los de una víbora mirando a un ratoncito- ten cuidado por dónde vas, no te vayas a topar con alguien con quien no te quieres meter. – sello su amenaza pateando uno de los libros que estaba más cerca de mi antes de irse. El bullicio volvió a retomar el pasillo como si nada hubiera ocurrido, cosa que me molesto aun más.

-¿Estás bien Mist?- asentí mientras me dedicaba a recoger los libros desperdigados por el piso. Marina me ayudo a ponerme de pie y me indico donde tomaría mi primera clase. Coloque la pila de libros de nuevo en el casillero inferior, quedándome con uno solamente. Mire a marina alejarse mientras me deseaba suerte y de manera inconsciente me volví al chico que me había obligado a huir. No se había movido ni un solo centímetro durante todo el incidente, aun seguía observándome pero todo el odio había desaparecido. Cerro su casillero y me dedico una pequeña sonrisa burlona antes de perderse entre la multitud. Estaba furiosa, todo el buen ánimo con el que desperté se había esfumado y lo único que quería era que el día terminara.
Camine hasta la puerta que Marina me había señalado. El aula era como un pequeño auditorio con 2 salidas, con bancas alrededor del pequeño escritorio y del pisaron. Casi todos los asientos estaban ocupados así que me senté en el más cercano a la puerta. Abrí mi libro y antes de llegar al primer capítulo de “Historia del Arte” la clase había empezado. Estaba demasiado atrasada.

No tenía idea de quien rayos estaban hablando ni si era escultor o pintor. Levante la mirada buscando si alguien estaba tan confundido como yo y para mi desgracia volví a toparme con ese par de ojos color almendra mirándome fijamente. Volvía atravesarme desde el lado opuesto del aula, indiferente a que yo ya lo hubiera notado. Parecía que me miraba desde que inicio la clase con expresión incierta, ni burla ni odio. Pensé que era una buena señal, tal ve todo se trataba de un mal entendido así que levante mi mano y lo salude con una sonrisa amable. El ruido del libro al cerrarse fue tan fuerte que hasta el profesor quedo en silencio, tomo el libro magullado y salió del salón en silencio. ¿Qué rayos le pasaba a ese tipo?

La clase siguió después de la interrupción y yo seguía sin poderle seguir el paso. Mi mente revoloteaba muy lejos de ahí, había seguido a Ash cuando se marcho. Me enfurecía su actitud, tal vez se dio cuenta que lo miraba en el pasillo y le molesto. No era agradable que te inspeccionaran como un pedazo de carne, pero no era para tanto.

-Es un pintor-

Me volví distraídamente al chico que acababa de responder mi duda anterior. No lo había notado sentado en la banca junto a la mía. Parecía muy agradable, el si entraba perfectamente a mi definición de Lindo: cara redonda, nariz respingada, profundos ojos verdes y cabello turquesa.

-¿Entones es un pintor?-

Afirmo- siglo xv…. Por cierto soy Drew-

-Mucho gusto Drew me llamo Misty- poco de mi buen humor volvió- gracias, es que estoy un poco confundida-

-No te preocupes, tal vez todo sería más claro si leyeras el capítulo II, es el que el profesor está explicando….- El resto de la clase Dew se convirtió en mi tutor. Era bueno saber que podría llevarme bien con otras personas de la universidad. Pero mi cómoda burbuja se reventó justo cuando se acabo la lección. May entro sin importarle que el maestro aun comentara algo y se llevo a rastras a Drew con ella. Al parecer May y Drew eran algo así como novios, pero me fue imposible imaginar a alguien tan tierno como Drew con alguien tan mezquino como May.

-¿Estás bien Misty?- me pregunto Marina cuando la encontré en el pasillo. Le pregunte acerca de May y Drew y me aseguro que eran una pareja bastante estable

–uno no decide de quien se enamora Misty- estaba completamente de acuerdo con ella.
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Perdon si encuantran alguna incoherencia pero en estos momentos trabajo a marchas forsadas y sin combustible....