jueves, 29 de mayo de 2008

Rose D'ivore II

Bueno aqui les dejo el capitulo dos, por favor no me maten, esto es necesario para el resto de la historia.
De nuevo reitero... Aunque me torturen soy Pokeshipper y odio a May.
PD: algunas palabras dificiles....
aguar---> Es una maleta donde se colocaban los articulos personales antes.
bisutería--->Joyeria, piedras semi preciosas o Fanacia.
enardecedor--->Sugestivo.
inherente---> Natural.

Y bien si no se los dije antes Azami es es el nombre de Lucy y Yamato es el nombre de Jessie.
Bueno creo que eso es todo.

Capitulo II

Se miro en el enorme espejo de plata, inspeccionando nuevamente cada detalle en su rostro, finamente maquillado, el delgado delineado de sus ojos y el insinuante brillo en sus labios. Tomo uno de los pequeños risos castaños y lo reacomodo en el rodete alto que su dama de compañía tejía. Aun era inusualmente temprano cuando la señorita de la casa pidió que se le preparara el baño para asearse y su aguar para su arreglo. Miraba en el reflejo uno de sus vestidos más elegantes que esperaba recostado en su cama junto a sus zapatillas, bisutería y abanico a juego, preguntándose si sería lo más adecuado para aquella ocasión o algo mas “enardecedor” le sentaría mejor. El refresco de la mañana chocaba con el sofocante aire cálido dentro de la alcoba, sin la menor oportunidad de arrastrar consigo el olor conjugado del enardecido carbón donde se enrojecía la pinza y el aroma del cabello quemado.

-Yamato, Por Dios, te cuidado con lo que haces- dijo soltando el cairel, retirando la mano que el ardiente metal roso apunto de quemar.

-Mis disculpas niña- dijo apenada reverenciando a su ama –por favor perdoné mi torpeza.

-No importa ya, solo acaba por favor-
bostezo aburrida sin siquiera prestar atención a las palabras de su criada quien con premura retomo el tejido acatando las ordenes antes de que su poca paciencia le ganara nuevos azotes.

El trinar de las golondrinas que despertaban se colaba por el balcón cerrado, molestando más que deleitando los pensamientos de la chica burguesa que volaban lejos de allí, fuera de la casa de sus padres, pensamientos indecentes y completamente inapropiados que ocupaban un rincón escondido en su mente, evocando la sensación del húmedo aliento masculino en su piel, el agonizante rose de la caricia que se extendía por el trecho de su mejilla hasta sus hombros y sus manos desatando los intricados listones de su vestido mientras esperaba el anhelado sabor de sus labios sobre los suyos bajo aquel Sauce, una cálida tarde de abril…

El gorgojeo paro de golpe, inundando la habitación de silencio. Se miro una vez más , casi perfecta, espero a que algún sonido se produjera. Nada.

-Yamato, ve con Musashi y pídele que pula mi gargantilla-

-P-pero ya están pulidas señorita-

-Entonces que haga lo mismo con los brazaletes y los pendientes-

-Todo está recién pulido, mi lady, pero si gusta yo podría….


-No me importa lo que hagas…Solo retírate por favor-

-Señorita pero aun no se ha vestido…-

-¡¡HE DICHO QUE SALGAS DE AQUÍ, AHORA LARGO!!-

-Si my lady-
repitió la reverencia y sin levantar la cabeza salió por la puerta cerrándola detrás de ella.

Escucho los pasos desaparecer por el pasillo, esperando un poco por si su terca doncella decidía regresar. Giro el oxidado seguro de la astillada puerta encerrándose, giro sobre sus talones y asegurando la cintilla de su bata corrió a las puertas de cristal que conducían al vacio después del balcón, abriéndolas de par en par.
No salió, no tuvo la necesidad pues su meta distanciaba mucho a salir al húmedo ambiente causado por el roció, su verdadero propósito era dejar entrar a la sombra que esperaba impasible en el balcón.

-Buena mañana tenga mi lord-

-lo es ahora que deleito mi mirada con su presencia, señora mía-

-presencia que se ha vuelto casi espectral, a causa suya, caballero-

- ¿Tan así es que tengo ese efecto con aparecerme frente a usted?-

-no sea pretencioso, que por lo contrario me has causado un susto de muerte-
miro al intruso con una sonrisa de satisfacción y con total elegancia en sus movimientos tomo asiento al borde de la colcha de seda acariciando los detalles bordados sobre su vestido -Yamato estuvo a punto de encontrarte-

-Pero no lo ha logrado…-

-Esto es demasiado temerario. Sabes lo que pasaria si te encontraran aqui. ¿Por qué no has solicitado una audiencia a mi padre?

-Mis padres no firmarán el contrato matrimonial hasta después de la boda de Shigeru,
no me parece conveniente presentarme oficialmente antes-

-Hoy es el gran día ¿no es así? Te imaginaba compartiendo la euforia que invade a tu hermano por "su" llegada -

-entonces es correcto intuir que tu singular arreglo es ajeno a mi vista-

-Me temo que tu intuición es de lo más acertada, mi madre me ha pedido que la releve de sus responsabilidades en un importante acontecimiento Familiar.-

-Pues serán afortunados los presentes que te admiren
- dijo tomando su mano invitándole a levantarse y a mantenerse frente a él- aunque te prefiero mas inherente- paso sus manos por encima de su cuello y libero su cabello en una lluvia parda.

-¡¡¡SATOSHI!!!-

-no hay nada mas incitante que la lluvia sobre tu cuello, Haruka-
se perdió en el intenso azul de sus ojos, tan terrenal, tan salvaje e inhóspito, tan acorde al indómito cuerpo que se envolvía en el lino sujeto solo por una tira de tela a su cintura.

- E imagino porque, dudo mucho que las doncellas que visitas puedan sostener su peinado entre las sabanas-

-Mis entretenimientos nunca han sido un secreto para ti-

-¿Entretenimientos?-
dijo disfrutando la relajante sensación casi hipnotizante que le causaba el rose del reverso de su mano sobre su mejilla.

-Solo una diversión, hasta que el momento llegue… -

Probo los labios entre abiertos que le rogaban silenciosamente hacerlos suyos, ofreciéndose totalmente. Saboreo la vitalidad que le exigía profundizar las caricias que empezaron a recórrela por debajo la tela. Caricias de Deseo, ansiedad y lujuria, caricias experimentadas, certeras, justas, dedicadas a complacer la piel que se estremecía bajo sus manos. Sus dedos deslizándose por la orilla del encaje de la única prenda que cubría su dorso, el Corsé que ceñía la escultural figura de toda señorita de sociedad, rosando cruelmente la curva de piel desnuda que debería ser cubierta por un escote, mientras su peso reposaba en el brazo que sostenía su cintura y mantenía fuera del camino los pliegues inútiles del lino. Sus labios siguiendo el compas de sus movimientos, incitándolo a mas, aumentando la intimidad de su unión, una demanda ajena a la inexperiencia que ella aun debería poseer, pero no haciendo menos tentadores y placenteros sus deseos. La única por la que sentía esa unión especial, la única honesta en un mundo en el que todos fingen, donde juegan a interpretar papeles y roles, donde el protocolo y las buenas costumbres son más importantes que la verdad y la justicia, ella era la única que podría hacerlo enloquecer en el arte en el que era maestro…

-Cuando el momento llegue… ¿lo prometes?-susurro en los etéreos labios que la disfrutaban – ¿no habrá ninguna más?-

-Ninguna otra, solo tu…-

-Me rindo ante tus promesas y cedo ante tus palabras pero si me traicionas y la letal mano de la tristeza me embargara, moriré acusándote de mi muerte-

Las caricias diáfanas pararon en seco. Aquel juramento le helo el cuerpo hasta los huesos y sus venas sentían el frio paso de su sangre, volvió a mirar con demencia los ojos azules que lo hicieron preso desde la primera vez que lo vieron en su temprana infancia, arrasando con su alma desde ese entonces y también con su razón, volviéndola objeto de su adoración, y probablemente la única dueña de su fidelidad total.

-Y yo juro ante Dios, señora, que moriré antes de que alguna de mis acciones pueda herirla de cualquier forma-

-Entonces hasta que el momento llegue- Se alejo sin apartar la mirada de los ojos almendrados que vigilaban sus pasos. Cerro los pliegues de lino a su alrededor y reacomodo un poco el ondulado despliegue de hilos marones, intentado mostrar una apariencia recatada y retomando el bajo perfil que su alcurnia le exigía

-My lady-
se poso ante sus pies como haría un súbdito ante su rey (o reina) y beso el dorado dorso de su mano, en un gesto tan lleno de pasión como lo hizo antes para retroceder por el senderó que había seguido para entrar.

- ¿Hacia dónde te diriges?-

-Hay cosas que una dama no debe saber-
dijo desde la decorada baranda de piedra y concreto antes de saltar al vacío y que el galope del caballo se perdiera por el sendero empedrado.

Con calma se encamino a la única salida resguardada de la alcoba, terminando con su encierro auto impuesto. Empujo el chillante trozo de madera, dejando entrar a la doncella que esperaba obedientemente del otro lado.

-¿Señorita Haruka?-

-Date prisa-
dijo retomando el lugar frente al espejo plateado- debo estar lista para recibir a nuestra visita.-

Se acerco tomando el objeto al rojo vivo y nuevamente retomo las uniones en el cabello visiblemente enmarañado de su ama para rehacer el tejido.

-¿Y cómo es él?- pregunto sin alguna clase de decoro o pudor.

-Es solo el hermano menor de los Sekai