domingo, 7 de septiembre de 2008

EN LAS TINEBLAS

El Lago.

Lo repetí tanta veces en mi memoria que el recuerdo se mantuvo tan fresco como el día que sucedido. El cielo estaba despejado, perfecto para una fiesta de cumpleaños. El cumpleaños más importante de una chica, 15 años. Todos estaban tan emocionados por la celebración, incluso más que yo misma. Para mí era un día especial por una razón completamente distinta a la de mi celebración, ese sería el día en que me sinceraría del todo, confesaría mi más grande secreto.

Todo estaba listo para el atardecer. El jardín trasero estaba inundado de decoraciones rosadas y blancas, de flores e iluminado por faroles alrededor de la improvisada pista de baile. Por consejo de mis hermanas, use una blusa ligera de seda sin mangas, un pantalón holgado negro, zapatillas de taco y recogí mi cabello de manera que me viera un poco mayor.

Los invitados llegaron después de de encender las lámparas de los faroles y la música, por lo que dio inicio a la fiesta. No falto ni uno solo de mis amigos del colegio e incluso fueron algunos que Vivian en otras ciudades únicamente para felicitarme y celebrar conmigo esa fecha tan significativa para “mi nueva vida de mujer”.

No es que no quisiera verlos, mucho menos que no me importaras, pero no podía disfrutar de nada esa noche, ni la música, ni la compañía ni la comida. Mi decepción había llegado al punto en que sentí las lagrimas formarse en mis ojos. Torcí tanto la servilleta en mis manos que ya no era más que un delgado pliego de papel arrugado. El me lo había prometido, lo prometió y no estaba en ningún lado. No solo estaba decepcionada, estaba furiosa. Había accedido a toda aquella ostentosa y ridícula fiesta por que el me lo había pedido – a solicitud de mis padres- y el no se dignaba a aparecer.

Después de una hora sentada rehusando invitaciones de bailes, me disculpe con mis compañeros de mesa y me levante para dar una vuelta por el jardín. Necesitaba caminar, calmarme un poco.

No quiera que cuando le explicara a mi padre porque me sentía indispuesta para seguir en la fiesta se me quebrara la voz. Rodee la pista de baile y me aleje un poco, incapaz de aguantar el llanto ni un segundo más. Limpie las lágrimas que se escaparon en el trayecto hasta el árbol más alejado del jardín, escondido en la oscuridad. Me abrase a él para no caer y me ordene controlarme. Mi padre me obligaría a disculparme con los invitados, no deseaba que me vieran en ese estado. No iba a permitirlo.

-Feliz cumpleaños- el susurro ronco llego desde los arbustos a mis espaldas, tan claro en la noche que un par de gotitas rodaron por mis mejillas sin que me importara limpiarlas.

-Satoshi…- tuve que ahogar el grito que me provoco verlo aparecer entre la vegetación silvestre marcaba la división entre mi hogar y el bosque. - ¡Viniste!-

-Por supuesto ¿Creíste que me lo perdería petite?- lo sentí acercarse lentamente a mí y rodearme con sus brazos, cuando me miro a los ojos perdí el aliento- ¿Por qué tienes las mejillas húmedas?-

Imagine la llamarada que debió ser mi rostro y solo se me ocurrió una pobre escusa –Baile-

-Seguro que has bailado con todos los chicos de la fiesta-

-Bueno si hubieras llegado antes –escondí mi reclamo en un falso disgusto- podrías haberlo evitado.

-Bueno, tendrás que guardarme una canción cuando volvamos-

-¿Volvamos?- asintió con la cabeza. Volvió a abrazarme y escondió su rostro sobre mi hombro, cerca de mi cuello. Acercando sus labios a pocos centímetros de mi oído, susurro:

-¿Crees que podamos escaparnos unos minutos?- Apenas pude entenderlo pese a haberlo escuchado perfectamente. Nunca habíamos estado tan cerca el uno del otro, tanto que podía percibir el tibio calor que se desprendía de su cuerpo y el olor a canela de su cabello.

-¿irnos?- mi voz debió salido tan aguda como un chillido-¿A dónde?-

-Es una sorpresa- me giño un ojo con una sonrisa picara que me hizo sonrojar aun mas. Mire sobre su hombro a mis padres. Parecían bastante enfrascados charlando con otra pareja que no notarían mi ausencia, siempre que regresáramos antes de servir el pastel.

-Muéstrame el camino-

Su sonrisa se ensancho tanto que cruzo su rostro y sus ojos se iluminaron. Me fascinaba verlo tan feliz. Tomo mi mano y me guio por donde había aparecido, entre los matorrales hacia el denso bosque. Me guio entre los frondoso arboles teniendo cuidado de que ni siquiera una hoja me tocara. Cuando note que seguíamos una vieja vereda, el se detuvo y se volvió hacia mi sin soltar mi mano.

-¿Es aquí?- pregunte mirando alrededor -no veo nada-

-Esa es la idea ¿traes contigo tu pañuelo?- Busque en la bolsa de mi pantalón un viejo pañuelo rosa con un sol bordado al centro. Se lo mostré. Sin decir nada lo tomo de mi mano libre y soltando la otra lo amarro detrás de mi cabeza.

–Ahora solo sígueme ¿de acuerdo?- Tomo mi mano otra vez y nos pusimos en marcha de nuevo.

-Satoshi, esto es ridículo, voy tropezar y a terminar en el suelo-

-Puedo cargarte si quieres-

-Claro que no-

-Entonces confía en mí. No voy a dejar que te pase nada-

No caminamos mucho más después de dejar escuchar la estrepitosa música de la fiesta sustituido por el silbido del viento y el crujir de nuestros propios pasos. El camino era bastante plano, por lo que debimos seguir sobre la vereda. Me tranquilizo saber que era virtualmente imposible perdernos. Intente enfocarme en las manos de Satoshi, que ahora sostenían mis hombros y en su voz que no dejaba de hablarme.

-Bien solo unos pasos mas… Justo aquí. Quédate quieta de acuerdo. No te muevas-
Por un momento lo sentí alejarse, acelerando mi ritmo cardiaco pero tomo mis manos antes que le suplicara que no me dejara sola.

-¿estás lista?- dio un paso hacia a mí y jalo por encima de mi cabeza el pañuelo.
Mi vista era algo borrosa al principio por lo que no pude apreciar la verdadera belleza del resplandor que brillaba a las espaldas de Satoshi. Por primera vez pude observar lo bien que se veía con sus jeans y su camiseta negra. Dio un paso a un lado para que pudiera contemplar mi sorpresa.

Era Magnifico. Nunca vi algo que se acercara a la hermosura de esa escena. Pequeñas lenguas de fuego flotando sobre el apacible lago, iluminando las aguas cristalinas en miles de destellos. Cientos de velas navegando como luciérnagas atreves de las ondas que se formaban en el centro del estanque. Estaban bailando. Las luces bailaban la melodía del viento y del bosque. Los haces de luz subían iluminando las flores que flotaban siguiendo las embarcaciones, inundando el ambiente a esencia, madera y humedad. No parecía terminar, el agua parecía perderse antes de llegar a la orilla y surgir desde el centro. No existía manera de describir el sentimiento que flotaba en el aire.

-Y ¿bien?-

-Es… -

-¿Si?-

-Mágico-

Paseo por alto su risita burlona por lo que acaba de decir.

-Casi, pero no. Solo yo, un poco de madera y una idea-

-¿hiciste esto solo?- aparte la vista del lago lo suficiente para verlo asentir- Es increíble-

-Lo más difícil fue encontrar el lugar ¿Sabes dónde estamos verdad?-
Me tomo por sorpresa. Estaba demasiado oscuro para ver mas allá de lo que las velas podían alumbrar, ni siquiera el débil destello de la luna lograba disipar las tinieblas a nuestro alrededor. Aun así trate de reconocer algo que me diera una idea de donde estábamos.

-Oh- dije cuando mi cabeza me dio una respuesta. Me esperaba con La espalda recargada en un árbol cercano Cuando me volví completamente hacia él. - No lo puedo creer ¡¡LO RECORDASTE!!-

-Como lo iba a olvidar, fue el momento mas vergonzoso de mi vida- dijo sobreactuando- Te lo imaginas, que una niña de 7 años te salve de ahogarte. –

-Oye, solo eres 2 años mayor que yo. Recuerdo el sermón de tu madre cuando llegaste todo empapado y de la mano de una niña extraña-

-pensó que te había secuestrado de algún parque. Tuve que llamar a tus padres para decirles dónde estabas y pedirles que fueran a recogerte. Fue tan humillante-

-Creí que lo más humillante fue que tu madre te obligara a llevarme flores al día siguiente-

-Claro que no-

-Por supuesto que sí, estabas tan molesto que creí que me odiabas-

-No estaba molesto contigo- su tono fue seco y serio. Se apoyo sobre sus dos pies y camino
pausadamente así donde yo estaba- estaba molesto conmigo, use todos mis ahorros para llevarte
ese patético ramo de lilas cuando lo que quería era regalarte rosas-

-Me gustan las lilas-

-fue lo que me dijiste ese día pero tus favoritas son las rosas blancas-

-no lo sabías-

-Pero ahora lo sé-

Camino hasta estar a un paso de mí, lo suficientemente cerca para tomar mi rostro con sus manos. Sus palmas eran tibias y ásperas, pero muy agradables. Sostuvo mi mirada hacia el, acariciando delicadamente mis mejillas con sus pulgares. Pude perderme en el chocolate de sus ojos y en lo confortante que era su piel sobre mis rasgos.

-Fue la primera vez que nos vimos, cuando nos… conocimos- asentí con la cabeza dejando que continuara –Nunca había conocido a nadie como tú. Eras tan peculiar, tan única.-

-¿Extraña?-

-Maravillosamente extraña-

-Satoshi yo…-

- Siempre estuviste ahí para mí, aunque yo nunca estuve para ti-

-Claro que no-me destrozo la culpabilidad en su voz- no importaba donde estuvieras, nunca dejaste de venir en mi ayuda cuando te llamaba-

-Debí estar aquí para que no necesitaras ayuda- suspiro- ¿sabes? Siempre… siempre me pregunte cuando seria el día que dejarías de llamarme.-
Mi corazón se desboco a mil pulsaciones por minuto sin creer lo que escuchaba.

-El día – continúo ocultando su mirada de mi vista- en que encontraras a alguien que supiera protegerte como yo no lo supe hacer-

-Satoshi yo…- Negó con la cabeza como si quisiera apartar una idea que le disgustara.

-Yo...No puedo hacerlo. Lo siento Mist-

-¿Qué no puedes hacer?

-Olvídalo.-trato de sonreír- Es tu cumpleaños y yo diciendo una sarta de idioteces ¿no es tonto? Mejor ¿por qué no te doy tu regalo de cumpleaños?-

-¿El lago no es mi regalo?-

-Por supuesto que no, esto es solo una sorpresa. Tu verdadero regalo esta justo aquí…-

Busco algo en su bolsillo por unos instantes que me parecieron eternos. Era demasiado. Demasiada información en tan poco tiempo. Todo daba vueltas en mi cabeza tratando de ordenar lo que acababa de suceder y todo lo que tenía en mi interior. Quise saber si era verdad, si no se trataba de algún engaño de mi mente, pero no me importaba. Eso me ayudaba con lo que me proponía a hacer, no me dio coraje pero si la falsa ilusión de que todo saldría bien.

-Satoshi… yo… yo… ¡yo te quiero!- grite lo más fuerte que mis pulmones me permitieron, provocando que me mirara, tal vez, como si estuviera loca.

Decirle que lo quería era poco, una minúscula fracción de lo que sentía. La verdad era que lo adoraba, estaba perdidamente enamorada de él. Desde el día que mis nervios me obligaron a saltar al lago cuando no salía del agua. Y lo supe el día que llego ese niño enfadado a entregarme el fragante ramo de lilas. Memorice cada gesto, cada mirada, cada sonrisa y palabra que me dedicaba. Incluso cuando discutíamos y no nos hablábamos en días, lo amaba cada vez más. Recordé el dolor que sentía cada vez que se marchaba de viaje y los patéticos problemas inventados que utilizaba para que regresara cuando no soportaba mas estar lejos de él. Mis inútiles intentos de llamar su atención y sus burlas cuanto intentaba verme “como una dama”.

Ser más que su amiga. Deseaba ser más que eso para él. Es que lo amaba tanto, tanto que ya no lo soportaba más. Debía decírselo, me prometí hacerlo ese día. El día de mi cumple año numero 15.Era ahora o nunca. Necesitaba saberlo para arrancar de mi corazón las inútiles ilusiones que invadían mi mente cada vez que lo veía. Debía escucharlo de su voz, escucharle decirlo.

“Yo no te quiero Misty.” “Al menos no así” “Quiero a otra persona” “Podemos seguir siendo amigos”

Seria doloroso, me prepare para eso. Prepare mi corazón para ser destrozado y recoger los estragos que el rechazo podría causar.

No se movió ni dijo nada. Parecía aturdido por mi sonora confesión. Su boca temblaba sin que pudiera decir nada que pudiera oír, probablemente a propósito y su sus ojos estaban tan abiertos como se lo permitían sus parpados. Fuera lo que fuese que hubiera sacado de su bolsillo, lo había dejado caer de su mano perdiéndose en las penumbras.

Los segundos pasaron lentamente. Deseaba que me dijera algo, lo que fuera. ¿Aborrecía tanto mis sentimientos por el que no tenía nada que decirme? Habla de una buena vez.

-Satoshi… Di algo por favor-

No dijo nada pero algo si sucedió. Avanzo el paso que nos separaba uno del otro tan precipitadamente que estuve a punto de gritar. Sus brazos rodearon mi cintura y sus labios descendieron hasta encontrarse con los míos en un beso sutil e inseguro. Sus labios eran suaves y tibios, casi como los había imaginado en mis fantasías, solo por un sorprendente detalle: estaban temblando. Su boca tanteaba como si la mía fuera a quemarlo. Sabía lo que hacía, la presión justa para sentarme sin aplastarme y el toque justo de las caricias invitándome a responder sin obligarme a nada. No dejaba nada al azar pero era cuidadoso, se mantenía en el frágil límite en donde me permitía terminar con nuestro encuentro en caso de que así yo lo quisiera. Estaba nervioso o ¿temblaba de emoción? Fuera lo que fuera se relajo en cuanto sintió mis abrazos alrededor de su cuello y la forma en que respondía a sus invitaciones dándole luz verde para aumentar el nivel de los besos. Era fantástico sentir como respondía a cada uno de mis movimientos y se imponía a mi ritmo. Me estrecho mas a él, extinguiendo las burbujas de aire que nos separaban. Pude sentir su corazón latiendo sobre mi pecho y el embriagador olor a canela que se desprendía de él.

Después de un rato ambos sentimos la necesidad de nuestros cuerpos por aire y nos separamos solo lo necesario para respirar. Me tomo por la nuca e impidió que alejara mi frente de la suya.

-Dilo otra vez-

-Te quiero-

-júramelo-

-Te lo juro-

Nos perdimos en los ojos del otro por un rato más. Mire su rostro iluminados por las velas que estaban a punto de consumirse. No había nada que no amara en él, su perfecta nariz, su barbilla firme y sus labios que me moría por volver a besar. Fue cuando note lo bajo que se veía la luna detrás a él, no tardaría más que unas pocas horas en ocultarse

-Madre de Dios, ¿Cuántas horas hemos estado aquí?-

-Un par de horas, creo-

-Mama debe estar furiosa, debimos volver para cortar el pastel-

-No te preocupes, Petite- trato de tranquilizando acariciando mi mejilla con el dorso de su mano- no es tan tarde y estamos cerca de tu casa, llegaremos en pocos minutos-

Suspire aliviada. Lo menos que quería era tener que explicarles a mis invitados lo que hacía en medio del bosque con el chico al que le acababa de confesar que amaba. Relajo la presión sobre mi, dándome espacio para alejarme un poco pero no soltó mi cintura. Beso mi frente y respiro sobre mi cabello.

Apretó un poco mi cintura señalándome el camino que deberíamos seguir para volver a la fiesta, pero antes de alejarnos mucho nos hizo volver.

-tu regalo, debo buscarlo-

Se arrodillo sobre el follaje del suelo y tanteo en la oscuridad. Pasaron varios minutos y no encontró nada, como si el obsequio hubiera desaparecido. No me agrado la espera, se hacía cada vez mas tarde y el inusual silbido del viento se había intensificado a nuestro alrededor. Escuchaba el crujir de los árboles y como empezaba a descender la temperatura. No había notado lo oscuro y tenebroso que se veía el bosque lejos del lago. Empecé a ponerme nerviosa de nuevo, quería salir de allí.

-Satoshi-

-Solo un momento-

Repentinamente una fuerte ráfaga de aire helado surco el claro del lago, apagando todas las velas que navegaban por el agua y cortando la poca claridad que quedaba en la noche.
Todo a nuestro alrededor fue invadido por las tinieblas impidiéndonos ver mas allá de tres pasos frente a nosotros.

-Satoshi-

-Lo buscaremos mañana. Vámonos de aquí- Debió entender el miedo en mi vos, pues se acerco lo mas que pudo a mí y rodeo mi cintura con los dos brazos.