miércoles, 24 de septiembre de 2008

Obsequio

Capitulo I
Las cosas no habrían salido como el rey lo hubiese planeado o tal vez porque el rey las hubiese planeado debían de cumplirse. Los constantes confortamientos entre los señores de su reino habían pasado ya el límite que la tradición de generaciones hubiera impuesto, el derramamiento de sangre, la barbarie, el miedo y la hambruna colmaban las colinas de las tierras asignadas a nobles sin corazón ni escrúpulos. Mercenarios y ladrones saqueaban las villas, incendiaban chozas matando hombres, mujeres, ancianos y niños por igual, abanderados con los estandartes reales en total impunidad y toda aquella miseria no hacia más que invitar al enemigo extranjero a atacar las tierras gobernadas por el caos.

Pero la férrea convicción del príncipe por regresar las glorias a su llanos y valles y su ferviente deseo de un reinado basado en la paz y la prosperidad logro apaciguar las rencillas y los rencores que existían en su gente, ya fuera por la diplomacia entre congragaciones, la promesa de destitución de títulos a los enemigos de la paz o por medios mucho mas fatales. Para esa maravillosa primavera sus deseos estaban por ser cumplidos, siendo una última región del norte su talón de Aquiles, un flanco fácil a una inserción bélica. Pero no habría de ceder a su era de armonía por una diminuta piedra en el camino, por lo contrario haría que esta tregua fuera la gema preciosa que coronara su cadena de éxitos y utilizaría una de las piezas primordiales en el tablero, que por la obra divina o de su buena estrella, era uno de sus más allegados y fieles amigos.

-Te das cuenta de lo que me estas pidiendo Takeshi-

-Nada que no se haya hecho ya, amigo mío-

-Es tan fácil decirlo-

-¿Y si te lo ordenara? Seria así más fácil aceptarlo-

-Solo convertirías un favor en un deber, nada mas nada menos-

-Un deber con tu país y con tu rey-

-Un rey que está perdiendo sus facultades mentales, si me permite decirlo, majestad- el comentario sínico que a cualquier siervo le hubiera costado el cuello, arranco una risotada de los labios del monarca, no esperaría menos del hombre que por años había sido su consejero y mano derecha en épocas de escases. Sabiendo de antemano que una simple suplica seria infructuosa a sus deseos, prefirió tomar una táctica más cordial y dejar el uso de su derecho divino como último recurso.

-Satochi, te lo pido como hombre y como amigo-

-Lo que me pides es un sacrificio-

-Un sacrificio que bien vale la seguridad de tu patria-

-Eso no es seguro, su alteza. Me pides que despose a la heredera del enemigo de mi padre para
asegurar un flanco débil en tus muros-

-Para reforzarlo solamente-

-Pues si es así, encantado- dijo sarcásticamente desesperado por la absurda idea de unir dos
familias enemistadas por generaciones.

-Se que tu padre lo hubiera deseado así-

-Disculpe mi atrevimiento al contradecirlo, excelencia-

-Tu padre fue la persona más cercana a mi padre, después de mi madre. El hubiera seguido su
consejo ciegamente y sin dudar. Ahora te pido que tú lo hagas por mí-

-No soy como mi padre, Takeshi-

-concuerdo contigo, gozas de todas sus virtudes sin sufrir por sus defectos. Es por eso que abogo a tu buen juicio…-

-Dudo tenerlo, siendo que por falta de él mi padre dio su último alieno en una pelea absurda-

-si mas no recuerdo ambos perdimos a nuestros padres en el campo de batalla-

-Yo herede el apellido y el titulo de mi padre y tú la corona ¿Justo no?- dijo volviendo a dibujar una sonrisa sarcástica

-No mucho… pero con gusto podría nombrarte mi sucesor solo acerarme tu espada y veremos….-

-No creo tener madera de rey Takeshi- dijo apresuradamente causando una nueva carcajada al rey.

-Entonces tendré que conformarme con que cumplas mis deseos Satoshi, no deseo imponerte mi voluntad-

- ¿Y Sir Yawa lo acepta?-

-No con mayor fervor que tu pero lo ha aceptado a cambio de tomar lo mismo que te he ofrecido a ti: Nuevas tierras y el título de conde…-

-Creí que poseía ya ese título-

-Su fallecida esposa, Lady Satsuki era la Condesa de Miuller, título que pasara directamente a sus hijas-

-¿Hijas?-

-Dos hijas y un varón, son los herederos de Sir Yawa: Lady Haruka, El joven kenji y Lady Kasumi -

La idea de emparentar con sus enemigos era bizarra y atractiva a la vez, por un lado tendría que ahogar odios que lo envenenaban desde que fuera solo un niño y por otro esto significaría una alianza irrompible entre dos de las familias más poderosas en todo el país. Al encargarse de sus hermanos, sus dominios y de su deber que le imponía asumir a la tierna edad de 10 años, había postergado el asunto del matrimonio irresponsablemente a un punto en que ya no podría evitarlo mucho mas. Con diecinueve años a cuestas, tentaba peligrosamente los límites de la juventud antes de adentrarse etapa madura de su vida. Estaba en la edad justa para casarse y sin temer los sinsabores de un matrimonio arreglado como el de sus padres, era consciente que si se negase, el rey terminaría por obligarlo.

Al día siguiente, partió directamente al norte, al condado de Miuller, a las tierras que sus
antepasados hubieran atacado con incansable ahincó. Todo había sido dispuesto para el primer encuentro entre las familias, una escolta con el escudo real acompaño al joven Satoshi por el camino que se alargo 3 días sin noches. El tiempo y el buen clima se pusieron a su favor, evitando cualquier inconveniente que pudiera retrasar su llegada a la villa que rodeaba la fortaleza de piedra. Admiro el paisaje tan distinto a su hogar, sin poder ignorar la punzada de dolor en el pecho producida por el remordimiento, que tal vez la idea de este matrimonio traicionaba los ideales de su padre.

Llego al límite de la muralla y las fanfarreas de las trompetas anunciaron su llegada a las puertas que se abrieron de par en par recibiéndolo.

-Por aquí, Lord Sekai. El amo lo espera- le dijo un sirviente apeándolo y entregando las riendas
del caballo a un siervo.

Imagino el castillo que se elevaría detrás de los muros de piedra, en lugar de la enorme casa colonial edificada entre las torres en ruinas. Lo condujo por los jardines hasta el salón principal, donde generalmente se realizarían los bailes y festejos dignos de la corte, bajo la araña de cristales que colgaba del techo, desplegando destellos multicolores que jugaban pintando el aire. Siguió el camino guiado por la alfombra verde de borde dorado que cruzaba todo el piso del salón. Estratégicamente, contra uno de los vitrales que miraba al jardín, se montaba una antesala con 5 sillas cómodamente tapizada de terciopelo rojo, que era usada para tomar el té y las meriendas cuya hora estaba por cumplirse y por consiguiente al menos 3 asientos estaban siendo ocupados.

-Lord Satoshi Sekai -grito el vocero anunciando a su invitado

-Lord Sekai, ya ha llegado- dijo el caballero ofreciéndole caballerosamente la mano- es un honor tenerlo aquí ¿Cómo ha sido su viaje? Airoso espero-

-Así es. No ha habido más inconveniente que el de los caballos cansados- respondió al caluroso saludo del hombre mayor, rondaría la edad de su padre antes de morir. Vestido como solía hacerlo un caballero que tratara de negocios, cuidadoso en cada detalle que pudiera delatar el descuido. Con algunas canas rebosantes en su cabello y aun con la vitalidad de estar al frete de su familia pero no tanto como para no sentir ya su retiro.
Por el rabillo del ojo intento inspeccionar a las otras personas sentadas en su compañía, cosa que sin duda noto Sir Yawa, pues inmediatamente lo invito a unírseles.

-Traed una taza de té para Lord Sekai- ordeno al sirviente que escolto al joven, instrucción que inmediatamente salió a cumplir.

-Por favor, llámeme Satoshi. Lord Sekai era mi padre-

-Perdona si mi tono suena descortés, pero esta tregua nos ha tomado por sorpresa a todos. Es difícil deponer las armas por los halagos-

-Por supuesto-

-Satoshi deseo presentarle a mis hijas-un gesto silencioso fue suficiente para que ambas damas dejaran la comodidad de sus asientos y se acercaran a su padre y al invitado.
Dos faldas se balancearon majestuosamente frente a los hombres que se mantenían de pie, deteniéndose a solo un paso de ellos. Una de ellas se elevo del piso y se desplego como un abanico mientras que la otra cayo al frio mármol abriéndose como un capullo.

-Satoshi, ella es Haruka- Pronuncio sir Yawa en un tono lleno de orgullo y amor, refiriéndose a la joven que mantenía inclinada la cabeza y sostenía su vestido a los lados en una reverencia que no tenía nada que envidiarle a las de las reinas. Los risos castaños caían deliciosamente por la línea de su cuello hasta uno de sus hombros desnudos, trazando el camino que conducía al fino escote que el vestido se encargaba de realzar. El color rosado que la envolvía palidecía ante el dorado de su piel, regalo indudable del astro rey. Después de pocos segundos le ofreció el presente de su mirada mostrándole sus ojos tan azules como la turquesa y tan resplandecientes como el diamante, que se ocultaban debajo de las más coquetas pestañas que hubiera visto. Nariz respingada y labios carnosos. Cintura pequeña y curva perfecta en su cadera, piel suave y lozana. Definitivamente el modelo de doncella para cualquier caballero.

-Es un honor conocerla-

-Un placer lord Sekai- dijo con una voz tan melodiosa como el llanto de un violín. Al parecer sus atributos no se limitaban a los físicos.

-Y esta pequeña de aquí, es Kasumi-
Aparto sus ojos de la deleitosa visión que le profería Lady Hakura para dirigírsela a la jovencita que yacía a sus pies. Era tan diminuta que parecía ahogarse entre las olas que formaba su vestido azul en el suelo del salón, resaltando vehemente el color de su cabellera, recogida en una trenza que recorría toda su espalda. El cobrizo de sus mechones trenzados le causo una intriga inquietante, al punto de controlar el impulso de tocarlos. Bajo la mirada a la joven que se escondía debajo del llameante cabello. A contrario de su hermana, era su piel la que palidecía al contraste del tono pastel de su vestido, parecía tener brillo propio. Su perfil perfectamente delineado conjugaba rasgos infantiles y jóvenes a la vez, inocentes e incitantes. Una mujer que aun no abandonaba la dulce infancia. Compararla con su hermana sería injusto, pues el tiempo aun no se había encargado de modelarla con tanta dedicación como a la castaña, pero aun así la curiosidad se apodero de él.

-Levántate querida- le suplico más que ordenarle, ofreciéndole su mano para erguirla pero el contacto que sintió fue mucho más palpable que si lo hubiese tocado con la piel desnuda. Descubrió la gama de colores en los ojos que se encontraron con los suyos, la perfecta armonía entre el zafiro y la esmeralda, danzando alrededor de la pupila que lo observaba íntimamente. No pudo más que sorprenderse al verse sumergidos en esos ojos tan únicos. De alguna manera ella debió notarlo, pues el tono carmín de sus labios inundo sus mejillas asiéndola ver aun más inocente y bella.
Estiro los dedos, reiterando el galante gesto de ayudarla a levantarse. Apenas toco su mano, mas por no dejarla en el aire que por la necesidad de su asistencia, desplego las ondas de su falda mostrándose de cuerpo completo, la perfecta silueta que se esperaría de una señorita. Mucho menos para mostrar que su hermana, su vestido delineaba las curvas que compensaban la falta de volumen. Era hermosa hasta la última célula, pero aun no llegaba al “nivel” que su hermana le ofrecía. Sin embargo no apartaría fácilmente la atención de esa criatura angelical.

-Lord S-Sekai- el nombre broto de su boca sin pensarlo, como si las palabras le quemaran los labios. Sintió su rostro enardecer de nuevo por el atrevimiento de lo que había hecho, rogando en silencio que nadie la hubiera escuchado.

-¡¡¡Kasumi!!!- la reprendió su hermana con una mirada aprensiva de desaprobación por osarse a dirigirse a un hombre que no le hubiera hablado primero.- por favor milord no se enfade con ella…

-Aquí no ha ocurrido nada malo-contesto calmando los ímpetus de la joven y dirigiéndose a la niña cuya mano aun sostenía atrapada sobre sus dedos- fui yo quien se ha dirigido a ella y veo con agrado que me ha devuelto la cortesía-

-Kasumi, por favor retírate-

Concedió la orden casi de inmediato, imaginando la reprimenda que le esperaba por su acción, pero algo en aquel hombre la había impulsado a romper con el estricto protocolo; no era como si no lo hiciera de forma continua, pero la presencia de su padre solía amilanar sus agallas por lo que, siempre lo hacía a sus espaldas. Tal vez las ansias que la inundaron ante el anuncio de la visita de un enemigo que jamás hubiera visto, el nerviosismo y lo agradable que le hubiera sentado lord Sekai se aunaron para sacar a relucir sus naturaleza… como era que la llamaba su padre… “irremediablemente subversiva”