domingo, 7 de septiembre de 2008

EN LAS TINEBLAS

El ataque.

Caminamos de vuelta por el sendero un poco más lento por la inseguridad de nuestros pasos, nos movimos en la oscuridad entre los árboles y las rocas por varios minutos. Volví a escuchar el silbido, que ahora dudaba fuera del viento y sentí la extraña sensación de que alguien nos venía siguiendo.

-Misty no veas atrás, necesito que veas por dónde vas- reflexione un segundo su reproche y entendí en seguida. Sabía que satoshi también lo había sentido y no quería asustarme. Se mantuvo atrás de mí todo el tiempo y no me soltó en ningún momento, ni siquiera cuando teníamos que pasar sobre terreno escabroso.

Los minutos siguieron pasando pero no parecía que avanzáramos, por más que camináramos hacia el este, donde se suponía que estaba la orilla de la arboleda, tenía la noción que nos introducíamos mas y mas en el bosque. Y la sensación de persecución se intensifico.

-Satoshi ya pasaron 15 minutos, deberíamos estar cerca pero ni siquiera logro escuchar la música de la fiesta-

-Lo se, esto es muy raro-

-¿Crees que estemos perdidos?- Pregunte para evitar pensar en lo que nos podría estar siguiendo.

-No creo. Seguimos sobre la vereda, es mejor apresurar el paso- miro disimuladamente hacia la infinita oscuridad detrás de nosotros antes de mirarme a mí. Soltó mi cintura y entrelazo sus dedos con los míos. Saco el pañuelo de su pantalón, introdujo nuestras manos jutas dentro del lazo y lo cerró uniendo nuestras muñecas.

-No te alejes de mi y trata de mantener el paso-
Asentí con la cabeza y nos pusimos en marcha. Primero cuidadosamente, acelerando cada vez mas. Le sensación de persecución se convirtió en hostigamiento y luego en asecho. Algo estaba tras nuestro rastro siguiéndonos como la oscuridad misma mientras nosotros tratábamos de encontrar una salida del bosque. Pensé en la cantidad de animales que podrían haber sueltos en el bosque: gatos silvestres, osos... pero no me pareció factible, tal vez un perro salvaje tan perdido como nosotros. Eso me hizo sentir peor, entendí lo vulnerables que éramos al ataque de un perro, ya no hablemos de algo más grande.

Nuestro paso se volvió tan veloz que casi corríamos entre los arboles esquivando las ramas bajas que entorpecían nuestra huida. Satoshi apretó mis dedos severamente asiéndome entender que debíamos escapar. Sea lo que fuera que viniera tras nosotros se abría dado cuento que lo habíamos descubierto. No tendría que ocultarse más, la única manera de que su casería tuviera éxito era si nos daba un alcance rápido.

Eso era lo que sucedía. Nos estaban cazando.

Corrí lo más rápido que pude sin tropezarme, manteniéndome cerca de satoshi. El miraba frenéticamente a nuestro alrededor buscando un lugar donde pudiéramos escondernos o algo que nos funcionara como arma. ¿Pero que podríamos hacer contra un puma o un oso? Rompería tan fácilmente cualquier tronco como nuestros propios huesos.
No podía mantener mucho tiempo el paso, estaba perdiendo el aliento pero no podía detenerme. Satoshi no me abandonaría a mecer de un animal salvaje. El detenerme lo obligaría a enfrentarse a esa cosa y a salir gravemente herido. Tenía que seguir corriendo.

Finalmente el bosque se puso del lado del curso natural de la cadena alimenticia. Tropecé con una raíz levantada que no pude esquivar, atrapando mi pie. Huíamos tan rápido que mi muñeca resbalo del amarre que me unía a Satoshi debido a la velocidad y obligo a nuestros dedos a separarse. Caí de bruces sobre la húmeda vegetación a los pies del árbol que me hizo caer.

Escuche claramente el barrido de Satoshi por frenar su carrera y volver por mí, pero no paso nada más en los segundos siguientes. Me levante lo antes que pude y jale mi pie fuera de la raíz abandonado mi zapato atascado entre la madera y el lodo. La mayor parte de mi cabello colgaba suelto sobre mis hombros y mi espalda. Y mi tobillo me dolía por la torcedura.

Dolería si corría pero aun así podía hacerlo, el problema era que no sabía hacia qué dirección. Encogí mis brazos hasta presionar las manos en mi pecho y mire a mi alrededor. No había más que brumas y arboles por donde viera, nada que me indicara la dirección correcta.

-¡¡Satoshi!!- no podía estar muy lejos y podría escucharme.

Lo que escuche me hizo entrar en pánico. Me grito de vuelta. Grito mi nombre tan fuerte y claro que juraría que estaba a mi lado, pero el grito me legaba de todas direcciones, como si un coro me estuviera llamando. No había eco, ni el sonido del viento. Solo la conjunción de voces que gritaba mi nombre.

Me mantuve quieta sin saber qué hacer. Poco a poco las voces fueron tornándose incomprensibles hasta descomponerse en gruñidos que se acercaban rápidamente a mi posición. Volví a sentir el acecho más intensamente que nunca pero cuando me di la vuelta para enfrentarlo ya era tarde.

El cazador había saltado sobre mí.

Se abalanzo sobre mi como un zorro contra un conejo. Fue rápido, fuerte y brutal. Toco mis hombros y me empujo hacia el suelo. No creo haber ejercido mucha resistencia pues caí con todo mi peso sobre mi espalda. Mi cabeza reboto contra la tierra violentamente y una punzada de dolor se disperso por toda mi espina dorsal. Creí que había perdido la conciencia pero el dolor era tan palpable que supe que no tendría tanta suerte. Mi cabello empezó a humedecerse por la nuca y una gota de líquido frio recorrió mi cuello hasta mi espalda causándome escalofríos y más dolor.

Eso fue todo. Iría directo al cuello hasta asfixiarme y después arrastraría mi cuerpo sin vida a una madriguera o me subiría a un árbol. ¿Qué pensarían mis padres cuando me encontraran?
Los segundos se dilataron sin que sintiera algún indicio del golpe de gracia. El cazador no se había marchado, su peso aun me presionaba contra el suelo. Tal vez decidía otro lugar más vulnerable que acortara mis pocos instantes de vida. Mi cuerpo temblaba de frio arrojado sobre la húmeda tierra del bosque y no pasaba nada.

Fue cuando un peculiar olor llego hasta mi nariz arrastrado por las ráfagas de frio que congelaban mi piel. El olor de oxido y sal de la sangre. Yo estaba sangrando pero no había captado el olor pese a lo empapado de mi cabello. El olor no provenía de mi sangre.

Note un opaco golpeteo en mi pecho, oculto por el tamborileo de mi corazón. Era delicado y disperso, ni siquiera era incomodo. El golpeteo apresuro el ritmo cuando entendí que eran gotas y que se impregnaban en mi blusa de seda.

Mis sentidos estaban tan alertas que captaban todo y a la vez nada así que tuve que abrir los ojos para saber lo que pasaba. Fue cuando sentí que mi alma abandonaba mi cuerpo.
Satoshi estaba sobre mí, con sus brazos sosteniéndolo a cada lado de mi rostro para evitar aplazarme. Sus brazos temblaban a causa del esfuerzo y mantenía sus ojos fuertemente cerrados.

-No… voy a dejar… que te pase… nada- jadeo.

El liquido rojo decendia desde la mordida donde estaba prendido el animal salvaje. Esa cosa lo tenía atrapado por la línea que unia el cuello y el hombro. Y no tenía intenciones de soltarlo.

Mantenía sus ojos sobre los míos, observando a su “presa original”. Pese a lo cerca que estaba, la oscuridad lo ocultaba dejando al descubierto únicamente su ojos. Era algo grande, del tamaño de un gato silvestre o un oso pequeño y tenia colmillos enormes. Satoshi siguió peleando contra su peso sin la posibilidad de defenderse mientras esa cosa seguía observándome, como si tratara de ver algo que no entendía.

Su mirada se volvió fría y frustrada, llena de ira. Apretó más la mandíbula destrozando la clavícula de satoshi y arrancándole un grito de dolor.

-Déjalo en paz-grite dirigiéndome al animal.

Me gruño tan fuerte que creí que me reventaría los tímpanos y después se alejo dejando la herida de satochi abierta. Escuche sus pisada alejarse y perderse entre la arboleda. Satohi se desplomo a mi lado evitando caer sobre mi. De su herida seguía brotando sangre y podía ver pedazos de hueso debajo de la carne desgarrada.

-Satoshi , resiste por favor- No supe si podía oírme, estaba inconsciente y temblaba sin control.

La penumbra comenzó a dispersarse por la luz de la luna y leves murmullos llegaron hasta nosotros. Acorde de guitarras y chillidos de violines. Música. La música de la fiesta.
Grite pidiendo ayuda entre el llanto y el miedo de perder a Satoshi en ese lugar tan horrible. Rogué por que sobreviviera lo suficiente para llevarlo al hospital e intentar salvarlo. No podía perderlo. Me negué a seguir viviendo si el moría.

La ayuda no tardo en llegar, mi padre nos encontró rápidamente y controlo la situación en un segundo. Nos subieron a dos automóviles distintos y nos llevaron de emergencia al hospital. Yo no tenía ninguna herida grave, solo necesite algunos puntos para el golpe en la cabeza. Pero satoshi era otra cosa, su estado era más que grave, uno de los médicos uso la palabra “Agonizante” causándole un ataque nervioso a Delia, la madre de Satoshi.

No me permitieron verlo después que salió de cirugía, lo mantuvieron en cuidados intensivos. La policía fue a interrogarme y no quedaron muy satisfechos con la información que les di, solo recordaba sangre, colmillos y los ojos que me observaban fijamente. Me dieron de alta pero no hubo poder humano que me alejara del hospital hasta poder verlo.

Tal vez ese fue mi primer error.

Lo mantuvieron por una semana en cuidados intensivos antes de pasarlo a una habitación privada, pero los doctores nos prohibieron las visitas por su estado delicado. Fue una enfermera quien me confesó que fue satoshi quien pidió que no dejaran pasar a las visitas. Imagine lo traumatizado que debía sentirse y acepte su veto por unos días más.

-Tienes que ver a alguien-logre colarme a su habitación en el cambio de guardia de las enfermeras.

-No quiero ver a nadie-

-Tu madre está destrozada, tienes que decirle que estas bien-

-No estoy bien Misty ¿o te pareces que estoy bien?- me señalo el yeso que cubría casi toda su
espalda y su brazo izquierdo haciéndome sentir fatal.

-Lamento que te hirieran por mi culpa-

-No fue tu culpa- suspiro- todo esto fue culpa mía, fui yo quien te puso en peligro-

-No es verdad-

-No debí llevarte al bosque en primer lugar- me dijo mientras cerraba los ojos y se pellizcaba el
puente de la nariz con los dedos pulgar e índice- todo lo que paso esa noche no debió haber pasado, fue un error.

-No todo-

-Todo- dijo en el tono más insensible que jamás escuche. Se arrepentía de todo.

-¿Entonces te arrepientes de todo?-

-si-

-¿del lago?-

-si-

-¿del beso?-

-si-

-¿Y de mí?-

-no me arrepiento de haberte salvado.-

-¿pero si de haber ido ahí conmigo?-

-si-

Lo dijo sin titubear. Se arrepentía de lo que había pasado entre nosotros y nada tenía que ver con el ataque. El no me quería. Así de simple yo no le importaba. No teníamos nada más que decirnos.

-Espero que te mejores-

-Misty- me llamo cuando sostenía el picaporte en a puerta. No lo mire- No quiero que vuelvas a visitarme- Suspire y salí de allí cerrando la puerta tras de mí.

Lo dieron de alta unas semanas después. Fue un milagro medico Una recuperación que tardaría meses de hospitalización y dejarían secuelas permanentes, fue reducida a 5 semanas sin un indicio de daño muscular. Una recuperación completa.

Cumplí con lo que me pidió. No volví a visitarlo ni cuando regreso a casa, tampoco recibi sus llamadas ni conteste sus mensajes ni siquiera lo vi cuando fue a despedirse antes de irse de viaje. Llore toda la noche y me prometí que no volvería a llorar por él. Por más que me doliera su ausencia no me permitiría pensar en el. El ya no existía para mí.

Ese fue mi segundo error.

No volvió a casa. No supimos que fue lo que paso. Simplemente desapareció. Ni una llamada ni un reporte policiaco. Nada.
Se fue y no volvió. Me recrimine no haberlo visto por última vez, haberle dicho cuanto lo amaba aunque él no sintiera lo mismo. Que siempre habría alguien amándolo. Pero el “hubiera” no existe, no hay segundas oportunidades. Eso fue lo que Satoshi me enseño, hay heridas que nunca cierran y con las que debemos cargar el resto de nuestra vida.